En el juego de encontrarse, Oliveira y la Maga siempre tenían éxito.
Quedaban en un barrio de París a determinada hora, sin precisar un punto
concreto. Debían deambular y confiar en que el azar los pusiese en contacto.
Cabía la posibilidad (el peligro) de que se pasasen así el día, sin
encontrarse, solos, y entonces regresasen a sus casas enfurruñados,
decepcionados. El éxito lo atribuía Oliveira a leyes probabilísticas
imprecisas, que a la Maga
no convencían; más bien a ella, a tenor de su condición supersticiosa, le acuciaba
la fatalidad; un solo fracaso y se hubiera vuelto agorera e infeliz. Luego
examinaban detenidamente todos sus pasos, el proceso telepático por el cual
habían rectificado en determinados tramos, haciendo exitoso el avistamiento
cuando ella doblaba una esquina o él cruzaba un semáforo.
La teoría de la deriva situacionista precede a la novela Rayuela en una
decena de años y pudiera arrojar luz al éxito de aquel juego. Según esta, examinando
sobre un mapa psicogeográfico nuestra urbe, descubriríamos atractores hacia los
que convergemos, debido a nuestra exigua capacidad de invención de variantes y
al hábito. Si solo nos acomodamos al azar, como era aquel caso, no lograremos
la ruptura psicogeográfica y nuestras referencias afectivas se asociarán a determinadas
lugares en los que nos apoyaremos confiados para, inconscientemente, establecer
un itinerario que acabará intersectando con el de alguien que nos sea familiar
y coincidente y haya decidido orientarse de la misma manera. El estado mental
que nos imbuye un paseo al azar por un barrio determinado (por grande que sea)
difiere del que nos sume durante un paseo a la deriva, donde debemos activar
nuestras capacidades de innovación y ruptura. Es en este caso cuando sí se
presentarían serias dificultades para el reencuentro. Aplicando esta técnica al
juego, Oliveira y la Maga
rara vez se habrían topado y entonces ella, incapaz de vencer sus
supersticiones, lo habría interpretado como una amenaza de la fatalidad y
habría roto con él, en cuyo caso la novela no se habría escrito. O al menos, el
capítulo 6.
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