jueves, 24 de mayo de 2012

El asesino de Fiòdor Pavlovich

  De joven, Fiòdor Pavlovich violó a la indigente Lizavieta Smerdiaskaia. De ella nació Smerdiakov, al que consideró bastardo y, sin embargo, acogió como sirviente. El hijo mayor, Dimitri, le amenazó repetidas veces por no liquidarle la herencia de la primera esposa, fallecida por enfermedad. Encima de no pagarle, le prometió tres mil rublos a Grushenka, el amor de Dimitri, y así obtener de ella sus favores. Aquella noche Iván estaba en Moscú, y Alexis en el Monasterio.
  - ¡Parricida!, ¡parricida! - gritó Fiòdor Pavlovich al encontrarse a Dimitri acechando, y luego Grigori, el mayordomo, al tiempo que la mano de almirez le golpeaba y caía malherido. La misma arma que luego se estableció hubo matado al padre. Los tres mil rublos habían desaparecido.

  La justicia condenó a Dimitri Karamazov del asesinato de Fiòdor Pavlovich. Parece que, en verdad había sido Smerdiakov, a pesar de su excelente coartada (en aquel momento sufría un ataque epiléptico o lo simulaba). Quizás podría considerarse culpable a Iván, al haberle inculcado a este sus ideas nihilistas. O a Alexis, por no mediar a tiempo. O a Grushenka, por coquetear con el padre y el hijo.

  No sé a quién culpar del asesinato: Dimitri, Iván, Smerdiakov, Alexis, Grushenka…
  Me tomaré un vodka mientras resuelvo este embrollo.

viernes, 18 de mayo de 2012

¿Chimpanzófilos o bonobófilos?

  La crisis nos plantea si ser germanófilos o francófilos (es una moda que se repite cada pocos decenios; recuérdese las guerras). A mí me preocupa más si ser chimpanzófilos o bonobófilos (si se avizora correspondencia con lo anterior, es pura casualidad).
  Los primeros apoyan la violencia agresora para delimitar su territorio y recalcar la exclusividad de su uso provechoso. Si un miembro muestra debilidad, lo abatirán a trompadas, reduciendo la competencia y la molestia. Los segundos reprueban el pragmatismo de la violencia, cultivando la tolerancia social con el sexo.
  Además, el biólogo de la Universidad de Harvard Richard Wrangham, profundo estudioso de estas especies, añade que aquella sofisticación de la violencia que responde a la apetencia de querer castigar y controlar es un subproducto de la inteligencia humana, más que de un instinto primario o atávico. Supongo que aquí entrarían los humanófilos.


viernes, 11 de mayo de 2012

Música en los campos de concentración

Hay quienes soportan circunstancias vitales tan duras, adversas y trágicas, que cuando la música irrumpe en medio de ellas, la perciben con una sensibilidad inaudita. Hasta cierto punto es indistinta la pieza (la serenata Rimpianto de Enrico Toselli interpretada por Beniamino Gigli, el dueto “Sull`aria” de las Bodas de Figaro, la canción Gute Nacht, Mutter! de Wilhelm Strienz ), la cuestión es que el hondo estremecimiento que provoca en quienes la escuchan viene propiciado precisamente por aquella situación hostil y dramática que viven (en el campo de concentración de Sachsenhausen en Oranienburg, Brandenburgo, en el penal de Shawshank, en el campo de trabajos forzados Plaszow a las afueras de Cracovia). Aquí la música cobra un sentido indescriptible. Rara vez acudimos a un auditorio con una disposición de ánimo tal que nos conmueva de aquella misma manera. Claro que, lo mejor será no tener que pasar por aquellas experiencias para alcanzar una percepción así.





viernes, 4 de mayo de 2012

Aire de Cádiz

Michael Duchamp se llevó “Aire de París” en una botella cuando se trasladó a New York en 1915. No sé si me llevaría yo “Aire de Cádiz” a New Yorkí, arriesgándome a que al destapar la botella saltase allí el levante y arrasase The Big Apple.

jueves, 3 de mayo de 2012

Mosca del vinagre


  Quizás deberían instaurar un premio Nobel de medicina a las especies animales que han contribuido con su sacrificio a acrecentar el conocimiento y saber humanos. La primera concesión por la que me inclino sería la mosca del vinagre o mosca de la fruta o Droshophila Melanogaster.
  En tiempos del biólogo T.H. Morgan de la Universidad de Columbia, a principios del siglo XX, los cruzamientos de una mutante de ojos blancos con las de ojos rojos y el examen de los resultados en las dos generaciones sucesivas (incluyendo el cruce de la de ojos blancos con sus nietos), determinó la localización del gen responsable del color de los ojos, situándolo en el cromosoma sexual X, de los cuatro pares que posee. Confirmó a su vez la hipótesis de Walter Sutton sobre que los genes estaban localizados en los cromosomas.
  Años después un colaborador de T.H. Morgan, el biólogo H.J. Muller, aceleró con Rayos X la tasa de mutaciones en la Drosophila, variando otros caracteres como el tamaño de las alas, de las antenas, de las patas, y observando cómo se trasmitían en sucesivos cruzamientos. La conclusión fue el establecimiento de grupos de ligamento, es decir, grupos de genes que tienden a estar unidos al encontrarse en el mismo cromosoma. También estos experimentos derivaron en el concepto de recombinación, es decir, del intercambio de fragmentos de cromosomas homólogos durante el emparejamiento en el trascurso de la división celular. Y A.H. Sturtevant, comparando porcentajes de las recombinaciones, obtuvo la distancia entre sí de los distintos genes, elaborando los primeros mapas de cromosomas.
  La mosca del vinagre no ha interrumpido su sacrificada contribución al saber humano (vive escasamente dos semanas, hablamos pues de más de dos mil generaciones desde aquellos primeros años), en particular en el estudio de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, el síndrome de Huntington, ataxia espinocerebelosa, Alzheimer, distrofia miotónica…, lo cual lo ha propiciado el que el 75 % de nuestro genoma vinculado a dichas enfermedades tenga su homólogo en el genoma de la Drosophila.
  La contribución más reciente sigue la línea de la publicación en el año 2006 en la revista Nature de un artículo a cargo del profesor de Neurobiología y Fisiología de la Universidad del Noroeste, en Evanston (Illinois, USA), Ravi Allada, en donde demostraba las similitudes de las dos especies con respecto al sueño. Ambas lo usamos para consolidar lo aprendido durante el día, para guardarlo en la memoria. La región cerebral encargada del control del sueño está íntimamente ligada en ambos casos con la del aprendizaje y la memorización.
  Además hay en común que si su descanso nocturno no llega a las diez horas, necesita reponerlo durmiendo más. Y si por cualquier causa el sueño es interrumpido abruptamente, debido entonces a la alteración imprevista de la actividad eléctrica de baja frecuencia en que se mantiene el cerebro durante dicho lapso, parecen como atontadas. Al igual que los humanos, que como nos corten el sueño nos despertamos aturdidos y de muy mala leche.