La cuestión no es si
Bartolomé Esteban Murillo se cayó en Cádiz o en Sevilla mientras pintaba Los desposorios místicos de Santa Catalina
para el retablo del convento de los capuchinos de Cádiz, lo cual en poco tiempo
le produjo la muerte, sino por qué no había un Plan de Seguridad de Obra donde
se contemplaran los Riesgos Laborales y sus mecanismos de prevención e
intervención. En tal caso el andamio sobre el que hubiera estado subido
cumpliría unos mínimos inexcusables en adición a otras medidas : la distancia
entre borriquetas no hubiera sido superior a 3,5 m, las cruces de San
Andrés hubieran estado a ambos lados, se hubieran usado anclajes adecuados,
apoyos sobre una base sólida y por supuesto una barandilla de seguridad tipo
sargento, barra intermedia y rodapié, zapatillas antideslizantes, casco de
seguridad, cinturón de seguridad clase A, tipo I, escalera de mano de un metro
por encima de la altura a salvar, red de funambulista, maroma flexible tipo
puenting, plan de evacuación, etc. etc. Por fortuna, su discípulo Francisco
Meneses Osorio sí cumplió la normativa y requisitos para abordar la pintura de
altura, gracias a lo cual pudo continuar y dar término al lienzo, sin que se
accidentase fatalmente.
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La caída mortal de Murillo. Manuel Cabral Aguado Bejarano (1827-1891) |
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Los desposorios de Santa Catalina |
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