viernes, 14 de junio de 2013

Ginkgo y Ombú



  En el parque Celestino Mutis hay un ejemplar de cada uno de estos dos árboles, separados unos cien metros.

  El Ginkgo es originario de China y puede llegar a vivir un par de milenios. Ha sido difícil de clasificar durante años y finalmente se ha encajado en una división aparte, con un solo orden  y una sola familia: Ginkgoaceae. De los tres géneros de esta familia, el género Ginkgo es el único vivo y contiene la especie Ginkgo Biloba.
  El ejemplar de este parque mide unos tres metros, y puede llegar a alcanzar treinta y cinco metros. Es delgado y su copa tiende a una forma piramidal. Las ramas son rectas y empinadas, el tronco grisáceo con muescas. Las hojas son verde claro en forma de abanico y largo pecíolo.
  Las flores dan una semilla con una cubierta carnosa que se asemeja a una drupa y cuyo brillo plateado da lugar a que se le conozca también con el nombre de “albaricoque plateado”.
  Se dice que es un fósil vivo porque está emparentado con restos fósiles que datan de hace 270 millones de años.
  En la medicina tradicional china las hojas se usan para obtener un extracto que contiene flavonoides y ayuda a la circulación sanguínea, la irrigación de los tejidos y la reducción de coágulos que puedan provocar una trombosis.
  El Ginkgo más famoso es el de Hiroshima. En la primavera de 1946, un año después de haberse lanzado la bomba atómica, situado a cien metros del epicentro, le brotaron unas ramas cuando parecía haber quedado arrasado. Desde entonces se le venera y considera símbolo del renacimiento y portador de esperanza.
 
  El Ombú es originario de la Pampa Argentina y Uruguay. Pese a su tronco grueso y su porte robusto no está claro si considerarlo árbol, arbusto o hierba gigante. Pertenece a la familia de plantas arborescentes: Phytolacaaceae.
  El ejemplar del parque Celestino Mutis mide unos cinco metros y tiene una frondosa copa. El tronco pardo grisáceo no tiene anillos y es húmedo, esponjoso y blando. Las hojas son elípticas de color verde oscuro, más claro en el dorso. Se alternan a lo largo de un pecíolo de corta longitud.
  Las flores aparecen en racimos de color blanquecino y su fruto es una baya amarillenta que contiene semillas ovoides de color negro brillante.
  Es resistente a la escasez de agua y gracias a la toxicidad de su savia es inmune a los insectos que depredan la flora pampeana.
  Ombú es una voz guaraní que significa sombra o bulto oscuro. Se desarrolla como espécimen aislado en llanuras y al viajero sirve de cobijo en las horas de calor más sofocante.

  Los dos ejemplares de Ginkgo y Ombú del parque Celestino Mutis no están en un mismo espacio parcelado sino que los separa la entrada al paseo de la bahía. Distan, como dijimos, unos cien metros. Hay otros árboles a sus alrededores. En particular, cerca del Ginkgo está el antiguo Ficus de la plaza de la Constitución, bastante diezmado, por cierto.
  Recientemente un equipo desplazado hasta aquí perteneciente al Instituto de Acústica del CSIC los ha estudiado mediante técnicas de emisión de ultrasonidos. El método ha consistido en irradiar sobre las hojas pulsos ultrasónicos de entre 0,2 a 2 megaherzios, para hacerlas vibrar y recoger en unos sensores su espectro de resonancias, el cual ha informado de sus características morfológicas, potencial hídrico, turgencia, curvas oscilatorias en la apertura y el cierre de los estomas, etc.
  Literalmente el método es una forma no intrusiva de conocer los árboles mediante el establecimiento de un “diálogo”. Ya se sabe que hablar a las plantas favorece su crecimiento, auge y esplendor. Pero sólo se habla en un sentido, ya que ellas no responden. Escuchar la propia voz de las hojas de estos árboles solo es posible mediante ultrasonidos.
  Lo más desconcertante ha sido descubrir que entre ellos también se producen diálogos ultrasónicos, largas conversaciones, intercambios de experiencias, de pareceres y sentimientos. Por lo visto el del Ginkgo y el Ombú ha sido intenso, elaborado y enigmático, de ahí que hayan acaparado la atención.
  Los resultados se han registrado en espectrógrafos digitales y llevados a los laboratorios del Instituto para confirmar la autenticidad de dichos diálogos y en tal caso desentrañar su contenido y el sentido de los mismos. Puede ser que gracias a ellos también crezcan, se refuercen y adquieran mayor esplendor. O que se participen de alguna manera sus características. El Ombú su sombra, el Ginkgo su capacidad para renacer.

Ginkgo

Ombú





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